Cuan grande fue su sorpresa al verlo ahí, detenido en el espacio y el tiempo, con una abismal quietud que hasta las rocas envidiarían. Así, congelado en el continuo, parecía una remota sombra del pasado proyectada por quien sabe cual demonio temporal. Lo miró una vez más, pendiente del más leve cambio en su fisionomía, pero nada sucedió. Aun hoy, se mantiene en su monótona observación. Su vida ahora está unida a aquel reflejo de su rostro en el lago.